Un micro-relato es aquel que con 140 caracteres o
menos (incluye espacios, signos de exclamación, puntuación etc.), en el que se
relata una pequeña historia, en un lenguaje coloquial, a veces con un fin
brusco o un “plot-twist”; lo cierto es que la micro-ficción es de acuerdo con
Raúl Brasca, (argentino literato de la micro ficción), una “pieza en prosa
compuesta de pocas palabras y elocuente silencio concebida para ser completada
por el lector y disparar en él una o varias posibilidades de sentido”; o
como afirma Pía Barros, (escritora chilena) “El máximo de significado, con
el mínimo de significantes… y mucha inteligencia”.
Los
antecedentes de la micro-ficción son las fabulas, adivinanzas, parábolas e
inclusive el grafiti (como las acciones poéticas); esto es porque en pocas
palabras se narran sucesos que mantiene al lector u oidor un especial interés
sin abrumarlo con tantas palabras, con la presunta probabilidad de que este les
de su propio significado.
Quienes
inician el arte del micro-relato son: Julio Torri (1917: Ensayos y Poemas), Augusto
Montenegro (1959: El Dinosaurio), Juan José Arreola (1959: Bestiario), René Avilés
Fabila (1988: Los oficios perdidos), Felipe Garrido
(1992: La Musa y el Garabato) y Alberto Chimal (1998: Gente del mundo) por
mencionar algunos.
Esta acción
poética fue creada hace 2 años por alumnos del Colegio de las Américas
(Gabriela Reyes, Pioquinto Espinoza y Felizardo Verdugo) como parte de un proyecto de
la clase de Cívica y Ética.
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