¿Se te hace familiar la frase “Eres lo que comes”?
Bueno, a eso exactamente quiero llegar. El primer paso para
lograr dicha meta es cuidar lo que comes.
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Cambia el refresco por agua natural o un rico jugo de tu
fruta favorita.
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Si no quieres dejar de
comer frituras, pastel o cualquier comida que sea tu debilidad,
disminuye tu porción a una del tamaño de tu puño (si se trata de las frituras),
a una rebanada delgada o simplemente sirve la mitad de lo que te servías antes.
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Si de verdad quieres hacer un cambio radical, cambia esos
snacks por una fruta, un pico de gallo o hasta unas zanahorias.
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Procura incluir una porción de frutas y/o verduras en cada
una de tus comidas.
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Evita harinas refinadas que sólo te inflan. Cámbialas por
productos integrales y altos en fibra.
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¡Si estás lleno no sigas comiendo! No hay nada de malo con
dejar un poco de comida en el plato. Con esto previenes que tu estómago se
acostumbre a excederse ya que es un órgano que crece con facilidad y cada vez
será más difícil saciarlo.
Ahora, también es muy importante que mantengas a tu cuerpo
activo, ayudándole a mantener ese metabolismo andando.
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Intenta no pasar tanto tiempo sentado en el día. Si es inevitable,
intenta recompensarlo caminando, o tomando las escaleras en vez del elevador.
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¿No tienes dinero para el gimnasio? ¡No hay problema! Deja a
lado el celular, televisión o computadora por 30 minutos y aprovéchalos para ir
a correr/ trotar, hacer abdominales y/o sentadillas.
Sigue estos consejos y te
aseguro que cuando menos te des cuenta se empezarán a notar los resultados.
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